A una rosa marchita (Elegía)


Volarás a la cumbre del tiempo,
dejando la ataujía de tu tallo,
en los pechos descorazonados
de los retoños, vacíos de tu aliento.

Permanece el dolor en sus entrañas,
indagan la tierra para hallarte,
una oración desorbitada, pudriéndose,
en los aledaños de tu talante.

Y en tu pistilo yace el misterio,
de las vidas que te lloran, apenadas,
del fuego que desmanteló las horas
de tu corola de esperanzas, palidecida.

Pesa el minuto, hundiendo las ganas,
se escinde el aire con el borde de las gotas,
el consciente recuerdo permanece intacto,
más no murió el llanto, sino tu aurora.

Se evaporó tu aroma mañanero,
de rosales, lluvia e incienso fragante;
se llenó tu expresión de lazos negros,
cubriendo la luz de todo tu semblante.

Adiós a tu vigor lozano, rosa de alegrías;
a la espiración de tus pétalos, trascendentes,
al vaivén de tu cuerpo, por el viento mecido,
a ese resplandor de belleza en tus recuerdos, latente.

No envolverán tus hojas al rocío,
la amanecida esquiva de la primavera,
te quedaste en el sigilo de la noche,
colmada de daños y a la espera.

Rasgaste el viento con tus sépalos;
la vida que se disipó en tu regazo,
volverá a trasmitirnos esos momentos
en los cueles tu aroma reanimó los espacios.

El terciopelo de tu tez, abrumado,
se llenó en el instante quedo,
de la danza que de tus espinas brotaron,
ahogándote en la serenidad del sueño.

El austero temple de sosiego desintegrado,
cuenta las gotas del desconsuelo,
y arde en el pecho por tu desaparición física,
un sin fin de nudos perpetuos.

No hay comentarios.: