
Te regalan el cielo…
Un cielo en pedazos,
cúmulo de soñadores,
una cadena de ilusiones
esparcidas en el suelo,
Un nido de desesperanza,
un hábitat de desconsuelo.
El tic tac envenenado de los días
rasgan el perímetro de las horas,
la llama nace en el contacto
y muere en el suspiro
al cual se le atribuye el peso
de la ausencia, en los hombros.
Las caras de terceros,
cuartos, quintos y enésimos…
se vuelven flashes de momentos
trepadores en la garganta,
ves todo en retroceso hasta
el día de las sonrisas oxidadas.
Agonizas,
con las palabras
sofocadas en el sello de tus labios…
Cierras los ojos imaginándote el cielo
completo, alcanzable, notorio,
y yace desmembrado tu mundo,
en esa madrugada donde los minutos
se deslizan a través del cristal de los sueños…
La voz se mezcla con el llanto,
los susurros,
los desgarra el viento.
Tocas lo que está tan lejos
Y
empiezan a caducar los sentimientos…
Mueres
por
aquel
al
cual
llamaste
...Tú vida…
Un cielo en pedazos,
cúmulo de soñadores,
una cadena de ilusiones
esparcidas en el suelo,
Un nido de desesperanza,
un hábitat de desconsuelo.
El tic tac envenenado de los días
rasgan el perímetro de las horas,
la llama nace en el contacto
y muere en el suspiro
al cual se le atribuye el peso
de la ausencia, en los hombros.
Las caras de terceros,
cuartos, quintos y enésimos…
se vuelven flashes de momentos
trepadores en la garganta,
ves todo en retroceso hasta
el día de las sonrisas oxidadas.
Agonizas,
con las palabras
sofocadas en el sello de tus labios…
Cierras los ojos imaginándote el cielo
completo, alcanzable, notorio,
y yace desmembrado tu mundo,
en esa madrugada donde los minutos
se deslizan a través del cristal de los sueños…
La voz se mezcla con el llanto,
los susurros,
los desgarra el viento.
Tocas lo que está tan lejos
Y
empiezan a caducar los sentimientos…
Mueres
por
aquel
al
cual
llamaste
...Tú vida…
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